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Partenariat Euro-Meditérranéen ou Partenariat Euro-Arabe

El Gran Oriente Medio y la nueva estrategia americana.

Por Bichara Khader

 

Oriente Próximo, Oriente Medio, Norte de África, Mediterráneo Occidental, Sudeste Mediterráneo, Oeste de Asia, MENA (Middle East and North Africa)... ¡Son tantas las denominaciones inventadas en los dos últimos siglos para designar al Mundo Árabe! Creadas muchas veces, no se olvide, por diplomáticos occidentales, responden todas ellas a meros intereses económicos o de seguridad, y coinciden básicamente en la ocultación de lo que denominaríamos la “matriz identitaria árabe”. El último de estos hallazgos es el de el Gran Oriente Medio (GMO).

 

Dejando de lado el Islam, religión dominante en la zona, el GMO abarca un universo de realidades sociales fruto de avatares históricos diversos y de transformaciones y evoluciones sociológicas diferentes y, a veces, contrapuestas. Pero lo cierto es que, la llamemos “Gran Oriente Medio” o “Asociación para el progreso y futuro común con la región del Gran Oriente Medio y del Norte de África”, esta iniciativa americana ha estado presente en el orden del día de las reuniones del G8, de la Cumbre Europa-EEUU de junio de 2004 y de la Cumbre de la OTAN celebrada en Estambul.

El GMO consiste en un ambicioso plan que tiene como meta transformar el paisaje político y económico de la extensa región que se extiende desde el Pakistán hasta Mauritania, mediante la aplicación de una estrategia (advanced strategy) de democratización, desarrollo y seguridad. Como recordó el presidente Bush en enero de 2004 en su discurso sobre el Estado de la Unión, “mientras Oriente Medio siga siendo un lugar de tiranía, desesperanza e ira, seguirá produciendo hombres y movimientos que amenacen la seguridad de los EEUU y la de nuestros amigos… América persigue por ello una estrategia de libertad en Oriente Medio. Debemos desafiar a los enemigos de la libertad”. El 21 de septiembre de 2004, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, sus palabras eran aún más precisas al señalar que se debe cambiar el enfoque, “debemos ayudar a los reformadores de Oriente Próximo que trabajan por la libertad y quieren construir una Comunidad de Naciones democráticas y pacíficas”, proponiendo incluso la creación de un “fondo para la Democracia” que ayudaría a los países a asentar bases democráticas instaurando el Estado de Derecho, la independencia de la justicia, prensa libre, partidos políticos y sindicatos. El Gran Oriente Medio es, por tanto, un nuevo proyecto americano de “remodelage” económico, social, político y estratégico.

Hecho público y difundido a los lectores árabes el 13 de febrero de 2004 por el periódico Al-Hayat de Londres, el proyecto se ampara en los resultados del primer informe sobre Desarrollo Humano en el Mundo Árabe (2002-2003), que ponía de manifiesto, entre otras, unas enormes carencias en materia de educación (40% de analfabetismo), de creación de empleo, un fuerte endeudamiento de las economías, una pobreza creciente, así como limitaciones a la libertad de expresión y de sufragio. El proyecto, de hecho –y sería un primer reproche al mismo– contempla dicho espacio geográfico desde la única perspectiva de los problemas que en él se dan o, lo que es peor, desde el pretendido inmovilismo social, político y económico que, se supone, lo caracterizan.

El debate sobre lo que llamaríamos “el contagio de la democracia” es ya antiguo, pero ha vuelto con fuerza a ver la luz después del 11-S, impulsado sobre todo por los expertos de los “think-tanks”conservadores. De hecho, la impaciencia manifestada por los neoconservadores para imponer esta línea de pensamiento a la Administración americana, puede llegar a irritar. Brezinski no duda en mofarse de esta “democracia impacientemente impuesta”, lo que no impide a Nicolás Burns pronosticar que “el mandato de la OTAN es defender a Europa y a Norteamérica, lo que no es posible permaneciendo en Europa Central y Occidental, y en América del Norte. El futuro de la OTAN está en el Este y en el Sur. Está en el GMO”. ¡Bonita misión para una organización a la que la desaparición de la URSS y del Pacto de Varsovia privaron de enemigos y de objetivos!

Los acontecimientos del 11-S y la guerra contra Irak le han dado un nuevo impulso a estas concepciones. A falta de armas de destrucción masiva, argumento esgrimido en su día por los halcones de la Administración americana, ésta se acoge ahora al ejemplo iraquí para asentar sus objetivos estratégicos en una pretendida transformación del espacio geopolítico y de los planteamientos y actitudes sospechosos de constituir una amenaza para Occidente y sus aliados locales. El proyecto del GMO se inspira en las dos teorías que marcaron la posguerra fría. La de Samuel Huntington sobre el “choque de civilizaciones” y la denominada del “efecto dominó”. La primera de ellas nos sirve para fabricar el enemigo, concretamente un enemigo musulmán, y la segunda para ofrecer una solución a los “problemas inherentes” al mundo del Islam mediante la espiral o “círculo virtuoso” de la democratización.

El GMO retoma también, eso sí a lo grande, una serie de ideas ya desarrolladas por Simón Peres en su ensayo “El nuevo Oriente Medio”. Geográficamente, englobaría a 22 países de la Liga de Estados Árabes y cinco estados no árabes (Turquía, Israel, Irán, Afganistán y Pakistán), es decir, a un conjunto de más de 600 millones de habitantes –un 10% de la población mundial– y con sólo el cuatro por ciento de la riqueza mundial. Como es obvio, estos países no se encuentran todos en la misma situación, de ellos sólo Israel combina a la vez fuerza y riqueza, lo que hace del GMO, como señala J. Maila, un territorio demasiado vasto y demasiado diverso, demasiado fragmentado para dejarse encapsular en una unidad geopolítica compacta. Con la idea de que estamos ante un conjunto de realidades muy dispar, conviene aproximarnos a los objetivos perseguidos por los promotores del proyecto, es decir los EEUU, de los que yo destacaría los siguientes: 

1.- Los EEUU buscan asegurarse el control de una región que concentra el 65% de las reservas mundiales de petróleo y el 25-30% de las de gas, y se extiende desde las fronteras de Pakistán hasta Mauritania, lo que constituye un nuevo anillo destinado a rodear todo el flanco ruso. Dicho control sitúa a EEUU en una posición ventajosa con respecto a una China cada vez más dependiente de las importaciones petroleras, sobre todo de la región del Golfo. 

2.- Experimentando en la región la “receta democrática”, EEUU se ahorra el esfuerzo de comprender las razones reales del resentimiento existente hacia ellos. Logra que no sea su política exterior la que se ponga en tela de juicio, sino la cultura de árabes y musulmanes. Logra, en fin, con un enfoque clásico, exculparse de toda responsabilidad demostrando que el problema es “el otro”. 

3.- Dirigiendo la atención de los medios de comunicación sobre el Gran Oriente Medio, los EEUU desvían la atención sobre sus problemas en Irak y, sobre todo, sobre la dramática situación de Palestina. No es de extrañar que aquellos que están detrás de esta idea de remodelar Oriente Medio, como Paul Wolvowitz o Richard Perle, sean al mismo tiempo los más convencidos defensores del Likoud israelí. 

4. Por último, el Gran Oriente Medio permite a EEUU encontrar un lugar común de entendimiento con una Europa que ha dado muestras claras de rebelión durante la guerra contra Irak. Europa ha defendido siempre la idea de la necesidad de reformas democráticas en sus relaciones con los países del Mediterráneo, por lo que sería sorprendente para los americanos, que se opusiera a su proyecto. 

De todo esto se deduce claramente que la reforma política de los países árabes y musulmanes obedece sólo a las necesidades y efectos positivos que para la seguridad americana pueda generar. Así, los teóricos del “contagio democrático” piensan que unos países árabes democráticos y prósperos serían menos proclives a cultivar ira hacia América y serían más conciliadores de cara a Israel.

Lo cierto es que los Estados Unidos son una superpotencia no sólo por el hecho de ser fuertes, sino porque son capaces de imponer su discurso y su visión de las cosas. El Gran Oriente Medio es un buen ejemplo de ello. Sin embargo, recuerda demasiado a planteamientos anteriores que, lejos de solucionar conflictos como el existente entre Israel y Palestina, fracasaron y contribuyeron a hacer que los árabes se hayan sentido humillados durante los últimos diez años. ¿Tendrá este proyecto del GMO el mismo destino? Es pronto para hacer tal afirmación, pero teniendo en cuenta las múltiples críticas que suscita es legitimo dudar sobre su viabilidad, por lo menos en lo que afecta a su planteamiento actual. Los Estados Árabes, y un buen número de intelectuales, le reprochan lo siguiente: 

1. El concepto del GMO es un concepto geográfico vago que elude "la identidad árabe" y la ahoga en un conjunto geopolítico artificial donde se yuxtaponen historias y culturas diferentes, negando las especificidades nacionales de cada Estado, aplicando una receta única alejada del más elemental sentido común, que fractura etnias y recompone y dibuja fronteras según los intereses americanos. En definitiva, mientras que los Estados Unidos hacen hincapié en sus intereses, los árabes anteponen su identidad que, nos guste o no, como señala Nassif Hitti, “es el motor de la movilización o desmovilización y el criterio de legitimación o de deslegitimación de toda acción política en el sistema regional árabe”. Por lo tanto, la primera crítica de los árabes se basa en que pueda ser un planteamiento teórico ciertamente seductor pero que no está construido sobre una realidad sociológica . 

2. Los pueblos árabes, al igual que cualquier pueblo de la Tierra, no se deleitan en la servidumbre y aspiran a la libertad. Sin embargo, pese a que les gusta oír el mensaje de la democracia, recelan del mensajero –en este caso los EEUU–, que para lograr ser entendidos deberían estar por encima de toda sospecha. Por desgracia, ni su complacencia con algunos regímenes árabes autoritarios y cleptómanos, ni su desprecio por el Derecho Internacional en las prisiones de Abu Ghraïb o de Guantánamo, ni su incursión guerrera en Irak o su complicidad con el ocupante israelí en Palestina y el Golán, ofrecen demasiadas garantías sobre la sinceridad de su mensaje. Muchos comentaristas árabes se preguntan incluso cómo se puede transformar Oriente Medio mientras Israel siga beneficiándose de una especie de inmunidad diplomática que le confiere un cómodo estatus de Estado intocable. 

3. La tercera objeción tiene que ver precisamente con el conflicto entre Israel y Palestina. Los árabes sienten que el GMO desplaza el centro de gravedad desde Palestina a Irak. En el sistema regional árabe, que incluye 22 Estados y que se extiende desde Mauritania hasta Irak, Palestina se encuentra ahora en el epicentro. Al ampliar la extensión geográfica del GMO hasta los confines de Pakistán, sería Irak el que se encuentrase en posición de “pivot”. De ello se deriva que los árabes teman que la cuestión del terrorismo pueda eclipsar el tema de la construcción de una Palestina libre y se pregunten, no sin sarcasmo, cómo se puede instaurar el GMO mientras se es incapaz de ayudar a la creación de una pequeña Palestina. 

4. La cuarta objeción se refiere más al modus operandi. La democracia no es ni una técnica electoral ni un producto que se pueda exportar. Es, ante todo, una cultura y por ello se desarrolla dentro de una sociedad que le da unas características específicas. Por ello, la idea de reformar desde el exterior, casi de forma manu militari, parece cuanto menos descabellado. 

5. Por último, los intelectuales árabes destacan las contradicciones inherentes al proyecto GMO. ¿Cómo se puede pedir a Estados autoritarios que se transformen en Estados democráticos? ¿Cómo lograr que regímenes árabes autoritarios, que no han sido instaurados precisamente por Occidente pero que deben su continuidad a su apoyo, se abran y se reformen? Además, si se consiguiera, ¿aceptaría Occidente el resultado de las urnas incluso cuando éstas llevasen al poder a radicales o a islamistas antioccidentales? Un grave problema añadido es la ausencia o debilidad de los actores democráticos reales en los países árabes. Al haber sido éstos condenados al silencio durante tres o cuatro décadas de castración política, en el caso de una apertura forzada se podría desembocar en una “democratización cosmética” o en  un “autoritarismo pluralista”, que es lo que temen muchos analistas. 

Así pues, las objeciones árabes al proyecto son numerosas, pero también los países de la Unión Europea se han mostrado recelosos en cuanto a las funciones reales y al campo geográfico de aplicación del concepto del GMO, e incluso reacios a asociarse con un proyecto que emana de una especie de “destino manifiesto” en el que los EEUU saldrían reforzados. En una entrevista publicada en la Revue Internationale, Dominique de Villepin reflejaba bastante bien la posición europea: “La democracia no vendría garantizada por un simple cambio de dirigentes políticos, y menos aún por venir dictada desde el exterior, toda vez que no existe un modelo único y que no todos los países pueden avanzar al mismo ritmo”. De hecho, por la presión de los países europeos, durante la cumbre del G8 de junio de 2004 el concepto del GMO fue rebautizado como “Asociación para un futuro común con la región del Oriente Medio ampliada y de África del Norte”. El texto de la nueva iniciativa insiste en el hecho de que la reforma deseada no debe, bajo ningún concepto, imponerse desde el exterior y debería ser impulsada desde el seno de la propia región. Además, subraya las características propias de cada país, añadiendo que éstas no deben constituir un obstáculo para la reforma.